El alcaucil es un vegetal de bajo aporte calórico y alto valor nutricional, rico en minerales como calcio, hierro, potasio, fósforo y magnesio. Además, contiene vitaminas A, C, E y del grupo B, incluyendo ácido fólico. Este alimento no solo es conocido por su delicioso sabor, sino también por sus múltiples beneficios para la salud, en especial por su capacidad para reducir el colesterol y mejorar la digestión. Con origen en Etiopía y Egipto, su consumo se ha extendido a lo largo de los siglos, siendo clave en la dieta de las civilizaciones antiguas, incluido el Imperio Romano.
Según Milagros Sympson, nutricionista, el alcaucil contiene compuestos activos como la boldina y aceites esenciales que son responsables de sus propiedades hepatoprotectoras, antioxidantes y digestivas. Se recomienda su consumo para aliviar problemas estomacales como indigestión, hinchazón y gases. Además, el alcaucil estimula la producción de jugos gástricos y bilis, lo que facilita la digestión, particularmente después de comidas pesadas, y ayuda a desintoxicar el hígado, convirtiéndolo en un aliado esencial para aquellos que padecen hígado graso.
A pesar de los beneficios, es importante tener precaución en su consumo. Sympson advierte que, aunque generalmente es seguro, aquellas personas con alergias, problemas en la vesícula biliar o síndrome del intestino irritable deben tener cuidado, ya que el almuerzo de grandes cantidades de fibra puede causar gases o distensión. Además, el nutricionista Matías Marchetti destaca que el té de alcaucil no debe ser considerado un medicamento, sino un complemento en una dieta saludable. Preparado adecuadamente, el alcaucil puede ser una excelente adición a la cocina, ya sea cocido y acompañado de otros ingredientes que realcen su sabor.