La Planta de Agua Pesada, situada en Arroyito, Neuquén, atraviesa una situación crítica que afecta tanto su operación como su preservación como un referente industrial y nuclear a nivel mundial. La reducción del personal y la suspensión del transporte de trabajadores evidencian una problemática que pone en riesgo la continuidad de este complejo que, durante décadas, ha sido emblemático en la historia tecnológica argentina.
Situación del personal y transporte
El plantel de empleados en la planta se ha reducido a aproximadamente un 10 % de su capacidad habitual, lo que implica una disminución drástica en las tareas de mantenimiento y operatividad. Desde ayer, el servicio de transporte de personal sufrió una reducción severa, dejando a solo 20 trabajadores como máximo en condiciones de asistir a su lugar de trabajo.
Repercusiones inmediatas en la operación
La falta de transporte, motivada por problemas de pago a la empresa encargada del servicio, dejó a los empleados en una situación de vulnerabilidad. Antes, se contaba con dos colectivos y dos Trafics en turnos diurnos y rotativos; ahora, solo permanece una unidad en cada turno, complicando aún más el acceso a la planta.
Contexto histórico y situación actual
Desde su inauguración en los años 80, la planta de agua pesada ha sido uno de los pilares del sistema nuclear argentino. En aquel entonces, su función era producir moderadores para centrales nucleares, enmarcada en un plan estratégico de expansión del desarrollismo energético del país. Sin embargo, las crisis económicas y los cambios en políticas energéticas provocaron un estancamiento en su funcionamiento y una pérdida de protagonismo en la matriz energética nacional.
La necesidad de reactivación y mercado internacional
Actualmente, la demanda global de agua pesada ha vuelto a incrementarse. Según fuentes sindicales, la energía nuclear se presenta como una alternativa para la transición energética en diferentes países y sectores, incluyendo la industria tecnológica y la medicina. La planta en Arroyito, con capacidad única y producto de alta calidad, sería clave en este escenario, pero requiere una inversión significativa para volver a operar a pleno rendimiento.
Se estima que para ello se necesita una inversión de aproximadamente 60 millones de dólares. El proceso implica actualizar el sistema operativo de la planta, formando y capacitando a unos 250 empleados en un período de 18 a 24 meses. La reactivación no solo requeriría recursos económicos, sino también una definición clara de las competencias y un diálogo efectivo entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y el gobierno de Neuquén.
Escenario futuro y desafíos
Los trabajadores y sus representantes sindicales, como Daniel Sorasio de ATE, señalan la importancia de retomar el diálogo y buscar soluciones a corto y largo plazo. La continuidad de la planta, que ha permanecido inactiva desde hace ocho años, depende de la voluntad política y de la inversión estatal y privada para convertirla en un motor de desarrollo energético y tecnológico.
La situación actual genera preocupación en la comunidad nuclear argentina y en organismos internacionales interesados en las capacidades tecnológicas de la planta. La posibilidad de reactivar esta instalación en un contexto de creciente demanda global de agua pesada se presenta como una oportunidad que requiere decisiones rápidas y consensuadas para no perder un patrimonio industrial de relevancia mundial.