Hay algo que sabemos, pero olvidamos: no solo habitamos los espacios, también interactuamos energéticamente con ellos. Dormimos, trabajamos, criamos a nuestros hijos y atravesamos duelos en el mismo lugar. Nuestra casa, nuestra oficina e incluso ese consultorio donde pasamos horas, poseen sus propias radiaciones, que influyen en nuestras vidas más de lo que imaginamos. La Domoterapia, una disciplina poco conocida en nuestro país, busca responder a estas inquietudes.
El término Domoterapia combina las palabras latinas “domus” (casa) y “therapeia” (tratamiento), y se refiere a la aplicación de técnicas radiestésicas para diagnosticar y armonizar desequilibrios energéticos en los espacios habitados. Las alteraciones en el entorno pueden provenir de diversas fuentes, como radiaciones telúricas, fallas geológicas, instalaciones eléctricas mal ubicadas y campos electromagnéticos. Estas influencias pueden tener un impacto negativo en la salud física, emocional y mental de sus habitantes.
En países como Alemania, Francia y Suiza, la Domoterapia se integra en políticas públicas para promover el bienestar del hábitat, exigiendo diagnósticos geobiológicos previos a la construcción de edificaciones. Aunque en nuestra cultura el enfoque puede ser recibido con escepticismo, es importante señalar que la Domoterapia no reemplaza la medicina convencional, sino que la complementa. Diagnosticar y corregir las zonas de un hogar que puedan estar afectando la salud puede ser una herramienta valiosa para restaurar el equilibrio personal y familiar.